Trabajar la empatía en clase de español

Autor: Alejandra Morales Gosk

Vivimos en una sociedad tremendamente competitiva, en la que, sobre todo los más jóvenes, se enfrentan a situaciones de  intensidad emocional alta sin preparación ninguna. Aunque la mayoría de los profesores somos ya conscientes de la importancia de la empatía en el aprendizaje y de que esta comienza por el reconocimiento de las emociones del otro, por la capacidad de ponerse en su piel, a veces tampoco sabemos por dónde empezar a trabajar estas habilidades y, otras veces, simplemente, creemos que nuestra asignatura no se presta a este tipo de enseñanzas transversales.

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Sin embargo, como profesores de idiomas, tenemos la oportunidad de introducir numerosos contenidos bajo la forma de nuevo vocabulario y actividades amenas que fomenten las tareas en grupo, la escucha activa y la colaboración entre nuestros alumnos.

En estas líneas no podemos abarcar la totalidad de una problemática que comprende numerosas variables y cuyas soluciones se extienden más allá de nuestras competencias. Tampoco pretende ser una guía exhaustiva de todas las actividades que podemos realizar para trabajar las habilidades necesarias, en internet podremos encontrar innumerables recursos. Sin embargo, personalmente, a menudo me encuentro con listas de consejos repetidas y actividades que no pueden aplicarse en grupos que no tengan un dominio nativo del idioma, así que me gustaría compartir con vosotros algunas ideas que a mí me han funcionado a lo largo de los últimos años a la hora de intentar no dejar de lado la intención de mejorar, con el trabajo diario y en la medida de lo posible, estas habilidades. Espero que os sirvan de ayuda.

En primer lugar, lo más habitual es encontrar numerosos consejos enfocados principalmente en los alumnos, pero no tantos dirigidos a los profesores, aunque, si lo pensamos bien, parece obvio recordar que de nada sirve insistir en la necesidad de que ellos empaticen si nosotros mismos no hacemos un esfuerzo equivalente.

Aunque reconozco que puede llegar a ser una tarea frustrante, normalmente por falta de tiempo, saturación de trabajo o, simplemente, debido a la brecha generacional, aquí os propongo algunas ideas que pueden contribuir a hacerlo un poco más fácil:

  • No tengas miedo de perder un poco de tiempo al principio y tómate unos días para conocer a tus alumnos. Intenta, en la medida de lo posible, hablar con sus familiares, conocer su contexto económico y doméstico, sus debilidades y fortalezas. Si no te es posible contactar con sus familias por cuestiones de tiempo y horarios, siempre puedes preguntar a tus compañeros o a los tutores de cada grupo, seguro que te pueden ayudar, esto es un trabajo colectivo.
  • Si tienes demasiados alumnos y tu memoria no es prodigiosa, ayuda mucho tener un pequeño cuaderno en el que anotar los datos más relevantes de cada uno de ellos y echarle un ojo antes de las primeras clases. Puede ser más o menos elaborado, eso ya depende de ti, pero, sobre todo si tienes grupos nuevos, te vendrá bien tenerlo a mano e ir actualizándolo de cuando en cuando con aquellos detalles que creas que puedes olvidar. Conocer sus nombres, sus gustos o, incluso, las fechas de sus cumpleaños, puede marcar la diferencia a la hora de lograr una mayor conexión entre vosotros.
  • Ten en cuenta que no eres el único profesor y que tu asignatura, por poco que te guste, no suele ser la más importante para tus alumnos. No te molestes por ello, a veces puede ser una ventaja porque, al no tener tanta presión asociada, eres más libre a la hora de adaptar contenidos y ritmos a las necesidades de cada grupo. Por otra parte, sobre todo en cursos más avanzados, algo tan simple como una buena comunicación entre profesores puede evitar situaciones comunes como la acumulación de trabajos y exámenes de distintas materias en un mismo período. Una buena coordinación en este sentido no cuesta nada y reduce muchísimo el estrés al que la mayoría del alumnado se ve sometido durante las últimas semanas de cada periodo lectivo.
  • No des nada por sentado. No todas las personas tienen padre y madre, no todas las familias son igualmente amorosas o atentas. No todos los padres trabajan, no todas las madres cocinan, no todos los niños van de vacaciones y no en todas las casas se tiene coche, televisión y ordenador. Las variables son casi infinitas y que algo resulte normal para nosotros no significa que lo sea para el resto. Debemos intentar llegar a todos sin dejar a nadie de lado. Si no sabes algo, pregúntalo y déjate sorprender por la respuesta. Nosotros también aprendemos si somos adaptables y curiosos. La empatía es bidireccional, orgánica y requiere de una retroalimentación constante.
wspierające dłonie Si intentamos tener esto en mente nos será más fácil conectar con aquellos estudiantes que, por cuestiones personales, se sientan más incomprendidos o fuera de lugar, además de evitar a veces situaciones incómodas que, sin querer, podemos provocar con nuestros comentarios. Observa sus reacciones y practica tú también la escucha activa, una mirada atenta a su lenguaje no verbal te puede dar muchas claves sobre las emociones que están experimentando ante determinados temas.

 

Ante todo, mucha calma, no te exijas demasiado. Es fenomenal que hayas decidido poner en práctica en tus clases algunos enfoques dirigidos a potenciar la empatía y la inteligencia emocional, pero no todos los grupos van a ser igual de receptivos y nosotros, como profesores de idiomas, somos solo una pequeña pieza en esta tarea. Nuestra función principal es la enseñanza de una lengua y no debemos perder la perspectiva. Puede ser contraproducente saturar a los alumnos con actividades que constantemente les hagan sentirse como en terapia y a veces vamos a tener que hacer uso de recursos más tradicionales para poder cumplir determinados objetivos. No intentes hacer de cada clase una experiencia emocional, basta con tenerlo en cuenta e ir incorporando algunas ideas de cuando en cuando dependiendo del ritmo de cada clase.

No te frustres si ves que determinadas actividades no dan los resultados esperados. Los alumnos incorporan muchos conocimientos simplemente por exposición, y aunque parezca que no han interiorizado nada de lo que tanto te has esforzado en transmitir, es posible que unos meses después te sorprendan mencionando algo que pensabas que ni siquiera habían escuchado en un momento dado. Recuerda que no es necesario forzar el diálogo, sino dejar las herramientas a su disposición por si un día las necesitan. Muchos estudiantes provienen de entornos en los que apenas se habla sobre estos temas. Si durante el curso son capaces de familiarizarse con las emociones y, sobre todo, de ponerles nombre, ya habremos ganado una batalla importante en el desarrollo de sus habilidades empáticas de cara al futuro y cada vez resultará más fácil trabajar con ellos. Recuerda que Roma no se construyó en un día.

Propuestas prácticas para tus clases

  • Juega con la distribución del espacio y las mesas. Una buena idea es comenzar por el trabajo colectivo, toda la clase si es posible, con las mesas en forma de U para que nadie se sienta arrinconado o, por el contrario, excesivamente expuesto. Puedes después pasar a trabajar por parejas, de modo que se vean un poco más forzados a trabajar de tú a tú y necesiten prestar atención a su compañero, esto reforzará sus vínculos y, si van cambiando las parejas, terminarán por conocer mejor a toda su clase. Después, cuando veas que ya se sienten más cómodos, podrán empezar a colaborar en grupos de entre tres y cinco personas sin que algunos se descuelguen o eviten participar.
  • Intenta reflejar su diversidad en los materiales que utilices. En internet existen multitud de recursos gráficos. Busca ilustraciones inclusivas y originales para proporcionar referentes variados y motivadores. Si los alumnos se acostumbran a trabajar con imágenes de distintos modelos de familias, roles o sensibilidades será más fácil que puedan empatizar con personas diferentes a ellos en la vida real.
  • Valora estas diferencias y aprovéchalas para introducir el nuevo vocabulario. Las nacionalidades, las ocupaciones o las prendas de vestir pueden ser temas muy divertidos si intentamos ir un poco más allá de los clásicos estereotipos. Puedes, por ejemplo, pedir a los alumnos que busquen información sobre diferentes tipos de viviendas en el mundo para trabajar nuevas palabras relacionadas con la casa, las formas, los materiales, la geografía o los modelos de familia. Seguro que encuentras  ejemplos interesantes que despertarán su curiosidad.
  • También resulta positivo el ofrecer referentes “imperfectos”. Los alumnos están expuestos en el día a día a infinidad de imágenes que no reflejan la realidad y que pueden generarles numerosas inseguridades. Si intentamos que los personajes que creamos para nuestras clases tengan siempre características mejores y peores podemos contribuir a que esta imagen distorsionada de la realidad se matice un poco. Podemos ofrecer protagonistas que sean, por ejemplo, muy inteligentes pero un poco patosos, o guapos pero tímidos, o simpáticos y exitosos, pero algo nerviosos, o feúchos pero tremendamente seductores. Hay mil posibilidades, se trata de tenerlo en cuenta para no caer siempre en los mismos estereotipos que dejan fuera infinitas gamas de grises.
  • Puedes aprovechar temas como la descripción física y de carácter para hacer carteles con distintos personajes y dejarlos pegados en la clase. Pide a tus alumnos que les den, por ejemplo, cinco características positivas y tres negativas. Dependiendo del nivel de dominio del idioma estas características pueden modularse. Comienza con palabras sueltas y, si ves que funciona, introduce rasgos de carácter y comportamiento como, por ejemplo: Es muy simpático, pero se enfada a menudo con sus padres. Vive en un pueblo y tiene muchos amigos, pero no le gusta ir a clase y a veces contesta mal.

 

A menudo, especialmente para los adolescentes, es difícil o, incluso desagradable hablar de los propios sentimientos en público. Para trabajar más cómodamente, puedes utilizar métodos indirectos.

Si son más pequeños, podéis utilizar o, mejor aún, fabricar juntos un muñeco para trabajar con él y hacerlo parte de la clase. Podéis ir cambiándole la ropa y las expresiones o ponerle carteles relacionados con acontecimientos cotidianos. Los niños son curiosos por naturaleza, seguro que terminarán preguntando y empatizando con él tan pronto como observen los cambios introducidos. Las estaciones del año, la ropa o los estados de ánimo son temas muy agradables de trabajar con este recurso.

Si son más mayores, funciona mejor no personalizar las emociones, sino mencionarlas como parte del aprendizaje de vocabulario y dejar que los alumnos conecten con ellas a su ritmo. Puedes comenzar relacionándolas con colores. Haz unos carteles con cada palabra que quieras mostrar y colócalos en la pared. Puedes aprovechar para practicar el verbo estar escribiendo el sustantivo junto con la estructura de uso común, por ejemplo: Tristeza - Estoy triste, Tranquilidad - Están tranquilos, Enfado - Estás enfadado, etc.

A continuación, reparte tarjetas de colores a cada alumno y pídeles que las peguen en cada cartel. Que los propios alumnos observen qué colores elige cada uno para cada sentimiento y las diferencias entre estas elecciones puede dar lugar a conversaciones más reflexivas y a compartir opiniones sin necesidad de sentirse expuesto ante el grupo. Estructuras del tipo creo/pienso/me parece que y comparativos tipo más/menos/igual que son contenidos que se pueden reforzar con esta actividad.

Otra actividad que suele dar buenos resultados consiste en colocar dos cajas de dos colores diferentes en clase y pedir a los alumnos que, usando el diccionario, introduzcan dos tarjetas en cada una de ellas. En unas de ellas anotarán los nombres de objetos que les resulten agradables y en las otras los que consideren desagradables.

Una vez hecho esto, nos sentamos en círculo, en el suelo si es posible, y sacamos las tarjetas de las cajas y las colocamos en el centro divididas en dos grupos. Si las observamos en conjunto y preguntamos a nuestros alumnos posiblemente no todos estén de acuerdo en la clasificación resultante.

Pasaremos entonces a “adoptar” los objetos desagradables. Podemos teatralizar un poco la situación simulando la “tristeza” de los así calificados y preguntar quién quiere acogerlos por un día. Normalmente siempre surge algún voluntario.

Si al final de la rueda quedan algunos objetos sobrantes, los colocaremos en un lugar prominente de la clase y trataremos de hacerlos más agradables  durante unos días. Podemos dibujarlos, buscar alguna historia relacionada con su origen o inventar un uso alternativo para transformar la percepción que tenemos de ellos.

Esta actividad permite muchísimas variaciones dependiendo del vocabulario por trabajar y del nivel de conocimiento de la lengua de tus alumnos. Requiere algo más de esfuerzo por nuestra parte y es mejor extenderla a lo largo de varias sesiones, pero es muy divertida y funciona muy bien a la hora de intentar ver la cara positiva de muchas cosas que, a priori, no nos resultan demasiado atractivas.

Incorpora juegos de roles y momentos de silencio. A veces, la falta de empatía viene dada por carencias tan simples como la poca observación o la interpretación errónea del lenguaje no verbal de los demás. Para trabajar estas capacidades, podemos repartir a cada alumno una tarjeta con un sentimiento determinado y, por parejas o en grupo, pedirles que intenten expresarlo sin palabras para adivinarlo.

Puedes empezar con palabras sueltas primero y, si el nivel de conocimiento de la clase lo permite y si ves que todos se sienten cómodos en este tipo de juegos, progresar luego a situaciones contextuales más complejas como, por ejemplo: Has llegado tarde a casa y tu familia está enfadada contigo. Te han castigado sin salir este fin de semana, ¿cómo te sientes?

Como ves, las posibilidades son muy amplias y depende mucho del tiempo y la intención el llevarlas a cabo o no, pero, como en casi todo en esta vida, lo importante es la voluntad de tener presentes ciertos valores y, en el caso de los profesores, el querer transmitirlos.

No es tarea fácil, muchas veces nos vamos a sentir cansados, hartos o molestos, y no pasa nada. Somos humanos y reconocer esas emociones en nosotros mismos también es empatía. No siempre vamos a estar en nuestro mejor momento, pero si somos capaces de aceptarlo y, pese a ello, continuar con nuestra labor intentando no perder la ilusión y la perspectiva, estoy segura de que podemos ser una pieza importante a la hora de generar un futuro mejor y más amable para todas y todos. Lo fundamental es el trabajo diario y constante, a veces será más llevadero y otras se nos hará un poco más cuesta arriba pero... nadie dijo que cambiar el mundo fuera cosa de un día, ¿no?

 

 

 

Para finalizar, os dejo aquí unos enlaces en los que ampliar información, espero que os sean útiles:

https://docentesaldia.com/2019/08/31/la-empatia-del-docente-favorece-el-aprendizaje-de-los-alumnos-y-reduce-los-problemas-de-disciplina/https://www.understood.org/es-mx/articles/teaching-empathy-activities

https://www.understood.org/es-mx/articles/the-importance-of-showing-empathy-to-kids-with-learning-and-thinking-differences

https://cerebrum.la/2019/11/06/empatia-y-primera-infancia-el-caso-de-jose-miguel-y-alejandro/

https://lagaleriarevistadigital.com/educacion-empatia-combatir-racismo/

https://cuentosparacrecer.org/blog/cuentos-para-fomentar-la-empatia/

https://cuentosparacrecer.org/blog/20-obras-de-arte-para-trabajar-20-emociones/